Una etapa de crecimiento: las virtudes

08-mar-2018 9:36:00 / POR Instituto Real de San Luis

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Las virtudes son la clave para el perfeccionamiento del hombre a nivel de su naturaleza y de su esencia. Dicho de otra forma, son la puerta de entrada para el crecimiento irrestricto del hombre[4]

En la parte más alta de la esencia humana, justo antes del hábito innato de la sindéresis, se encuentran la inteligencia y la voluntad. Ambas son consideradas comúnmente como las capacidades superiores del hombre, aunque en realidad hay otras capacidades más importantes que la antropología ha descubierto.

En la parte más alta se encuentra el acto de ser personal con sus trascendentales que fueron descubiertos por Leonardo Polo. Sin embargo, como ya se ha dicho, la educación es una acción enfocada a la parte esencial del ser humano. Por esta razón, interesa de manera especial la inteligencia y la voluntad.

Estas dos facultades –como todas las demás– son potencias y, por lo tanto, pueden crecer, pueden perfeccionarse gracias al acto de ser. La manera que tienen de lograr esto es mediante los hábitos en el caso de la inteligencia y de la virtud en el de la voluntad: “La adquisición de hábitos constituye la última fase, la más alta e intrínseca del crecimiento humano, porque los hábitos son perfeccionamientos de las facultades superiores, es decir, de la inteligencia y de la voluntad”[1].

Para efectos prácticos, aquí se utilizará indistintamente el concepto de virtud o de hábito para hacer referencia tanto al perfeccionamiento relacionado con la inteligencia como al de la voluntad, entendiendo que aquellas virtudes que perfeccionan la inteligencia se llaman intelectuales y aquellas virtudes que perfeccionan la voluntad se llaman morales[2].

Las virtudes, por tanto, son la clave para el perfeccionamiento del hombre a nivel de su naturaleza y de su esencia[3]. Dicho de otra forma, son la puerta de entrada para el crecimiento irrestricto del hombre[4]. La virtud mejora intrínsecamente al hombre, de manera que cuando mejora su inteligencia lo que consigue es que se quiera más la verdad y cuando mejora la voluntad consigue que se quiera más el bien[5]:

“Nunca uno es plenamente humano. Por mucho que progrese en humanidad siempre se puede ser más humano. El progreso irrestricto en humanidad se puede dar sólo en la razón y en la voluntad, porque éstas son potencias sin soporte orgánico, susceptibles, por tanto, de perfección progresiva”[6].

Sin embargo, es necesario recordar que la perfección que se gana con las virtudes es a nivel de su esencia y no de acto de ser, porque este último es acto y no potencia. De manera que la perfección alcanzada siempre será mucho menor que la que existe a nivel de la persona[7]. Es decir, con las virtudes lo que se logra es que haya más unidad entre la persona y su naturaleza, pero en función de la persona, es decir, la que ya es perfecta.

En este mismo sentido, se debe entender que la adquisición de virtudes es fin de la naturaleza humana pero no de la persona, es decir, el fin por el que se desarrollan las virtudes es la persona, pero el fin de la persona no es la virtud[8]:

Se ve claramente que la educación, especialmente en un colegio privado, debe establecer como prioridad la formación en virtudes de la gente: “Ayudar a formar en virtudes es la finalidad de la enseñanza en la medida que pretenda ser educativa, pues a través de ellas el ser humano crece en la posesión de sus actos, lo que constituye la médula de su perfeccionamiento personal”[9].

Sin embargo, aunque las virtudes deben enseñarse y su aprendizaje es posible, conseguirlo es complejo porque no se enseñan ni se aprenden con estudio ni con cursos. La adquisición de virtudes no es algo que se aprende teóricamente, sino que se aprende de otros[10]. Por lo tanto, si el que educa no es virtuoso, no habrá manera de que pueda formar a su gente en virtud.

Por otro lado, las virtudes tampoco se pueden imponer porque sólo se logran a partir de la libre voluntad del otro por adquirirlas: “La labor del educador es asistencial, no es constitutiva de los hábitos: ni de los intelectuales, ni de las virtudes. Por eso no puede realizarse sino a través de un respeto exquisito a la libertad del que se está educando”[11].

La ventaja que tiene el aprendizaje de virtudes es que su ejercicio es intrínsecamente automotivante, es decir, que las acciones virtuosas son el mayor motivador que tiene la persona que crece en virtud. Por lo tanto, se vuelve un círculo virtuoso, porque cada vez se es más feliz por ser más virtuoso, y se hacen acciones más virtuosas.

Estar abiertos al bien significa que el ser humano está llamado a un bien supremo, a una felicidad última. Y ésta sólo puede ser alcanzada en la medida en que se crece en virtud. Es decir, el fin no es crecer en virtud como tal, sino que la virtud sea medio para poder alcanzar esa felicidad última.

La adquisición de virtudes perfecciona la capacidad humana, hace al hombre más dueño de su conducta y, por lo tanto, más libre[12]. El ser humano por sus apetitos concupiscible e irascible tiene inclinaciones o tendencias naturales hacia bienes placenteros inmediatos y futuros.

De esto se encargan las virtudes; ellas tienen la capacidad de perfeccionar la naturaleza en función del ser y con ellas de poder dominar las tendencias para encauzarlas en lo que libremente se decida qué es lo mejor para la persona[13].

Es decir, a mayor virtud, mejores decisiones se tomarán, más éticas, más libres, más alineadas con su fin, pues “las virtudes aumentan la capacidad de ejercicio de libertad”[14].

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Escrito por: Lic. Miguel Alfonso Saiz Fernández

[1] Polo, L., Ayudar a crecer, ed. cit., p. 59.

[2] Cfr. Polo, L., Filosofía y economía, ed. cit., p. 230.

[3] Cfr. Polo, L., La esencia humana, ed. cit., p. 94.

[4] Cfr. Polo, L., Quién es el hombre, ed. cit., p. 125.

[5] Cfr. Sellés, J.F., Hábitos y virtud (I), ed. cit., p. 31.

[6] Sellés, J.F., Hábitos y virtud (II), ed. cit., pp. 13 y 14.

[7] Cfr. Sellés, J.F., Hábitos y virtud (I), ed. cit., p. 64.

[8] Cfr. Sellés, J.F., Hábitos y virtud (II), ed. cit., p. 20.

[9] Altarejos F., y Naval, C., Filosofía de la educación, ed. cit., p. 197.

[10] Cfr. Polo, L., La esencia humana, ed. cit., p. 88.

[11] Izaguirre, J.M., Moros, E., “La tarea del educador: la sindéresis”, Studia Poliana, ed. cit., p. 122.

[12] Cfr. Pérez López, J.A., Teoría de la acción humana en las organizaciones, ed. cit., pp. 14 y 15.

[13] Cfr. Sellés, J.F., Hábitos y virtud (II), ed. cit., p. 13.

[14] Polo, L., Ética: Hacia una versión moderna de los temas clásicos, ed. cit., p. 116.

Topics: Educación en valores