Quienes nos dedicamos a la educación requerimos empaparnos de las dimensiones personales de cada ser humano, quien además es personal. La interrogante ¿qué es mi hijo? está mal planteada, pues mi hijo no es un qué sino un quién.
Cualquier profesión y trabajo digno tienen por objetivo servir a las personas. Aunque el área profesional no tenga contacto directo con ellas, podríamos afirmar: son su fin último.
Uno de los grandes hallazgos de la mercadotecnia moderna consiste en “adaptarse” a la cultura donde se pretende introducirse. Tal fue el caso de Mattel en Japón, al comercializar su emblemática muñeca en esos lares, vieron al fracaso pasar frente a sus narices. Bastó hacer una sencilla modificación: diseñar una “Barbie” japonesa. Como resultado, los miembros de la barra de directores de dicha compañía sustituyeron el agua por billetes a la hora de ducharse en la tina.
Así como los genios de Mattel consiguieron comprender su mercado y satisfacer sus necesidades, quienes nos dedicamos a la educación en colegios particulares en San Luis Potosí requerimos empaparnos de las dimensiones personales de cada ser humano, quien además es personal. La interrogante ¿qué es mi hijo? de suyo está mal planteada, pues mi hijo no es un qué sino un quién.
Partiendo de la pregunta será posible entender a la persona en su totalidad. Mi hijo es David, quien además tiene capacidad de elección (libertad); por eso debo ayudarle a juzgar correctamente (formar la inteligencia) para que pueda elegir con miras al bien (educar la voluntad). Pero no sólo eso; mi hijo es una persona y su forma de ser corresponde a la del varón. Hombres y mujeres somos iguales en dignidad más diferentes en modo de ser persona.
Conocer la configuración masculina permitirá una mejor educación y, por consiguiente, una mayor realización. Normalmente metemos la pata en cuanto a la afectividad del varón se refiere. La sociedad, los estereotipos y la cultura misma nos han injertado ciertas categorías relacionadas con la educación del varón: aguántese como los machos, los hombres no lloran, etc.
Curiosamente solemos escandalizarnos cuando la naturaleza humana viene a rompernos esos desgraciados tabús. Ése varón es una persona necesitada de cariño, como todas las demás. Si los educadores nos manejamos por el principio del amor, todas las dificultades, tarde o temprano, se resolverán de la mejor manera.
Para evitar un rollo innecesario me permito transcribir algunos consejos de la Dra. Meg Meeker, pediatra y experta en educación, quien además ha escrito un maravilloso libro llamado Padres fuertes, hijos felices, cuya lectura es obligada para los involucrados en la educación de varones:
Escrito por: Lic. Miguel Ángel Martínez Romero.
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