¿Cómo será la nueva normalidad? No se sabe, nadie lo sabe, pero todo el mundo especula al respecto. Lo que debemos estar convencidos es que la nueva normalidad no puede ser una peor realidad. Debemos poner todo nuestro ingenio y valor para que, a partir de esto, tengamos una realidad mejor… para que nuestros hijos vivan en un mundo mejor.
¿Será una mejor realidad el que los niños regresen a clases con caretas y cubrebocas?; ¿Que para guardar la distancia social deban permanecer, durante el recreo, en un cuadrado pintado en el suelo de 2 metros cuadrados?; ¿Que dentro del salón de clases deban tener una especie de caballerizas de acrílico en sus lugares?
Desde el punto de vista social y de desarrollo psicoemocional, ¿será todo esto una mejor realidad para nuestros hijos?; ¿o la solución sería que tu hijo se quedara en casa, lejos, privándose de todo el bien que le hace relacionarse con sus amigos, por tener una educación a distancia?
Y desde el punto de vista académico, ¿será una mejor realidad educativa que regresemos a salones con filas, viendo hacia el frente (por cuidar la distancia social) y escuchando la cátedra del profesor?; ¿Será una mejor realidad convertir la educación de nuestros hijos en un sistema online?
Hemos trabajado durante años para transformar la educación tradicional en una mejor enseñanza. En un proceso de enseñanza-aprendizaje que contemple el trabajo colaborativo y el desarrollo de competencias que serán fundamentales para el perfil de profesionistas que requerirá el mundo que les espera. ¿Y estamos dispuestos a regresar a la forma tradicional para educar a nuestros hijos?
Queda claro que habrá que tomar medidas de prudencia; que tendremos que cuidar a los más vulnerables; que la salud es un bien muy valorado por todos; y que, por lo tanto, la solución no será fácil. Pero lo que no hay que perder de vista es que no podremos decidir lo que sea a costa de lo que sea. Que por el empeño de salvaguardar el valor “salud” podamos estar poniendo en juego otros muchos valores. Valores que muy probablemente están, jerárquicamente, por encima de la salud.
Ya lo decía Benjamín Franklin: “Aquellos que renuncian a la libertad esencial para obtener un poco de seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad”
Quizá no haya otra alternativa que tomar decisiones como las arriba mencionadas, pero ojalá que haya convencimiento de que dichas acciones sean con una clara fecha de caducidad. Que se tomen sólo porque representan el mal menor. Pero que, como sociedad y como padres de familia, luchemos porque dichas soluciones no se instauren en el largo plazo.
Como ya se ha dicho, aún no conocemos la solución; sabemos que ésta no será sencilla y que exigirá el máximo de nuestra creatividad. Y que tenemos que estar convencidos que debemos pelear con valor para que, con nuestras decisiones, heredemos a nuestros hijos una infancia mejor, una educación mejor…un mundo mejor.
¡La nueva normalidad debe ser una mejor REALidad… y ese es el gran reto!