Pensamos que lo mejor para nuestras hijas es ayudarles a hacer la tarea para que no sufran, para que no se equivoquen, para que tengan excelente calificación. Creemos que estamos ayudando, pero la realidad es que podemos perjudicar sus procesos de aprendizaje.
Ayudarles demasiado puede frenar el desarrollo de sus habilidades, incluso puede provocar que se sientan incompetentes.
Al querer que nuestras hijas tengan éxito en las actividades que realizan se puede caer en el exceso de ayudarlas y de crear una atmósfera de presión.
En realidad, el éxito de tu hija no lo determina la cantidad de ayuda que le brindas. Hay que aprender a detectar cuando es necesario acercarse y cuando tomar distancia para dejarla razonar y solucionar a su manera; incluso es sano dejarla cometer errores, en ese caso tu labor es impulsar la importancia de la reflexión, motivarla a comprender el aprendizaje que se produce de las equivocaciones.
Apoyarla demasiado puede ser un síntoma de un equivocado sentimiento de responsabilidad para hacer que nuestras hijas siempre sean felices. Cuando esto ocurre lo más normal es que se desalienten, producto una excesiva presión, o bien, que se esfuercen menos al hacer sus tareas, ya que de manera indirecta les damos a entender que ellas no pueden hacerlo solas.
Recuerda que tus acciones como padre no deben consistir en hacerlas exitosas ahora, sino en desarrollar las habilidades para que, cuando elijan el tipo de vida que quieran, puedan desenvolverse y relacionarse de manera sana y sin tu ayuda.